Chile necesita Educación Sexual Integral

Frente a la crisis del proyecto educativo de la dictadura y a la ausencia de una perspectiva que permita abordar la normalización y la reproducción de la violencia en los espacios educativos, quienes firmamos esta declaración solicitamos a la Cámara de Diputadas y Diputados aprobar el Proyecto de Resolución N° 643 que solicita al Presidente de la República el envío de un Proyecto De Ley para una Política Nacional de Educación Sexoafectiva Integral, que establezca como marco mínimo para el debate legislativo: 
  1. La incorporación de la Educación Sexual Integral desde la Educación parvularia. de manera pertinente con la edad, contextualizada y basada en evidencia científica.
  2. Jornadas semestrales de formación y reflexión para las comunidades educativas
  3. Presupuesto para la elaboración y distribución de material educativo, inclusivo y gratuito
  4. Capacitación a las y los trabajadores de la educación en ejercicio y en formación
  5. Incorporación de la prevención de la violencia de género y sexual, así como de la discriminación, como un eje fundamental en esta materia.
Chile tiene un marco legal que reconoce y garantiza el derecho a la educación integral en sexualidad y la información sobre salud sexual y reproductiva; sin embargo, carece de una política nacional que integre los recursos necesarios para hacerla efectiva: No existe una estrategia oficial de educación en sexualidad entre el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud, un mecanismo para evaluar el alcance de la implementación de los programas de la educación en sexualidad en las escuelas, recursos específicos asignados a esta materia o un programa de capacitación para docentes (*). A la fecha y pese a que la Cuenta Pública del presidente Boric en junio del 2022 anunció la primera Política Nacional de Educación Sexual Integral, no se ha materializado esta medida ni otras relacionadas con el tema.

Bajo el argumento que el apoyo de los espacios educativos sería contradictorio con el derecho de padres y madres, el Estado ha abandonado su responsabilidad de proveer recursos mínimos y adecuados a las familias: familias que en más del 25% de los casos son monoparentales y donde un 75,8% de quienes tienen a su cargo niños y niñas de hasta 5 años son principalmente mujeres, que declaran no contar con apoyo para dicha tarea (*). La ausencia de una política nacional ha impedido a las comunidades escolares apoyar a las familias, pese a que estudios recientes mostraron que un 90% de madres, padres y cuidadores está "de acuerdo" o "muy de acuerdo" sobre la necesidad de educar en sexualidad desde el inicio del ciclo vital y consideran que la ESI no está en contra de sus creencias personales, religiosas y/o culturales (*).

Hemos sido testigos de cómo la "libertad de enseñanza" ha permitido eludir a los sostenedores sus deberes como garantes del derecho a la educación y hoy tenemos escuelas que no son espacios seguros ni igualitarios para el aprendizaje y desarrollo, en las que proliferan discursos de odio y antiderechos: En Chile, la orientación sexual es la tercera causa de discriminación y el ámbito educativo es el tercer espacio donde más se violenta por esta razón (*): Desde el 2002 al 2019, 784 estudiantes o docentes han visto vulnerados sus derechos por casos de homofobia y transfobia (*) y en 2022 los crímenes de odio se duplicaron en Chile: En el ámbito educativo las denuncias aumentaron un 333%, la cifra más alta de la cual se tiene registro (*). Una expresión terrible de estas cifras son los suicidios de jóvenes trans, como el caso de José Matías en Copiapó el 2019 y el suicidio de Renato en Cauquenes este 2023, ambos víctimas del bullying y de la violencia institucional ejercida por sus escuelas.

Denunciamos el abandono de la niñez en esta materia, a sabiendas que la Educación Sexual Integral entrega conocimientos fundamentales para reconocer y visibilizar el abuso sexual infantil: al 2022, la tasa de niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual por cada 100.000 habitantes es de 192,7 niñas y 25,5 niños (*) y se estima que "la cifra negra" - los casos que no se denuncian - son el 70% (*). En 2021 los casos de denuncias por delitos sexuales aumentaron en un 5% y dentro de estos delitos, el más frecuente es el de abuso sexual contra niños y niñas de menos de 14 años, siendo el 85% de ellos contra niñas (*). La institucionalidad chilena ha sido cómplice de esta situación, al no entregar herramientas ni el acceso a la información apropiados: a sabiendas que la mayoría de casos de abuso sexual infantil ocurren en contexto intrafamiliar y que al 2016, esa cifra alcanzaba un 62% (*), por lo cual las escuelas juegan un rol clave en la detección y denuncia de esta y otras formas de maltrato contra la niñez y este congreso tiene una responsabilidad clave en la apertura de este debate.

El Estado tiene una deuda en esta materia y esta "deuda" no es retórica, sino un compromiso suscrito por Chile en instrumentos internacionales y en su legislación interna, a la fecha con recomendaciones en esta materia que ha incumplido sistemáticamente pese a comprometer "todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual" como señala la Convención sobre los derechos del niño en su art. 19, por nombrar uno de estos instrumentos. La Educación Sexual Integral es fundamental también para el cumplimiento de leyes vigentes, como la Ley de Garantías de la niñez que en su Art. 41 ratifica el compromiso del Estado con una Educación Sexual afectiva e integral y en su Art. 8, establece la Igualdad y no discriminación arbitraria de niñas, niños y jóvenes.

Somos testigos de cómo el incumplimiento del Estado en esta materia ha perjudicado a las familias, la niñez, la juventud y a un proyecto de sociedad más democrática. Hoy que el debate público vierte su preocupación sobre la seguridad, creemos que es fundamental complejizar y abrir este debate que, a corto plazo, tiene relación directa con la seguridad e integridad de miles de niñas, niños y jóvenes; y que a largo plazo es fundamental para erradicar las distintas violencias que se normalizan, omiten y reproducen en los espacios educativos y que se expresan en cifras tan alarmantes como las 101 denuncias de violencia sexual en establecimientos educacionales durante 2020 que recibió la Superintendencia de Educación o los 11 feminicidios perpetrados al momento este 2023 en Chile.

Que la educación sea un espacio seguro para todas las personas y que proporcione herramientas que les permitan transformar las condiciones de desigualdad estructural en las que viven, es crucial para una sociedad capaz de ejercer y poner en valor los derechos humanos y, en consecuencia, promoverlos y respetarlos. 

Chile necesita educación Sexual Integral para abandonar su complicidad histórica con la violencia y es una responsabilidad de la Cámara abrir este diálogo, que permita abordar en su complejidad la crisis de la educación y comprometernos con la erradicación de la cultura del abuso en todas sus formas.



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