Invitación a orientar nuestra Universidad hacia un nuevo país
QUIENES SOMOS. EL CONTEXTO CONSTITUYENTE

Somos académicas y académicos de diferentes facultades e institutos de la Universidad de Chile. Nos ha reunido la reflexión y la preocupación por la forma en que nuestra universidad ha ido adoptando lógicas de mercado, desplazando lo que ha sido históricamente su misión: la formación integral y desinteresada de los jóvenes; la creación e integración de los conocimientos científicos, las humanidades y las artes; y el servicio y el compromiso con el país. El estallido del 18-O, que cristalizó demandas y luchas que se venían arrastrando desde hace décadas, y que encarna la Convención Constituyente, abre hoy posibilidades de transformación para el país y su educación.
 
El contexto constituyente que vivimos genera una gran oportunidad para impulsar cambios de fondo, en una perspectiva democrática, igualitaria, intercultural, de justicia social y compromiso medioambiental. En nuestra universidad coincide con el momento en que nos disponemos a renovar autoridades y escuchar diferentes propuestas de desarrollo. Dada esta conjunción, queremos invitarles a proyectar la universidad al alero de este nuevo marco, a desarrollar una nueva manera de entendernos y escucharnos como comunidad universitaria. Queremos que esta invitación genere una participación que no se limite a gestos meramente consultivos, y que garantice mecanismos claros de democracia interna.  
 
UN DIAGNOSTICO INQUIETANTE PARA LA UNIVERSIDAD ACTUAL
 
¿Qué ha ocurrido para que las universidades, instituciones caracterizadas por ser espacios de formación intelectual, ciudadana y profesional; lugares de deliberación y diálogo; de investigación y creación; de reflexión estratégica sobre los problemas nacionales e internacionales, hayan adoptado la lógica de la eficiencia económica competitiva como el principal motor de su actividad?
 
Existe una desconfianza creciente hacia el quehacer académico reflexivo, deliberativo y crítico. Se nos han impuesto una serie de parámetros y métricas que sesgan el hacer académico hacia la economía y la gestión. Estos sesgos, impulsados por agencias como el BM, FMI y la OCDE, han desvirtuado el sentido de lo que es una universidad y han inducido a parte del cuerpo académico y a sus autoridades a reproducirlos acríticamente. No hay espacios ni tiempo para reflexionar sobre los beneficios y los problemas que ocasionan, en la actividad académica, estos lineamientos económicos y políticos. Para una universidad estatal esta situación se vuelve aún más insostenible cuando es obligada a autofinanciar gran parte de su quehacer.

Sin duda, la Universidad debe evaluar permanente y sistemáticamente su labor y mantener un alto nivel en su quehacer académico. Pero esto no puede significar reducir la educación y la generación de conocimientos a indicadores numéricos y funciones de optimización económica que, en los hechos, se han convertido en la principal referencia de calidad y éxito académico. Estas prácticas también están presentes en otros ámbitos (ANID, Acreditación). El problema aquí no es la inadecuación de tal o cual indicador particular, sino el que los indicadores y sus resultados se han transformado en un fin en sí mismo.

Todo lo anterior ha conducido a que hoy nuestros jóvenes académicos y académicas ingresan a una institución (y a un sistema académico) donde la enseñanza y la investigación aparece dominada por indicadores y donde la carrera académica se asocia con una competencia feroz, individualista, que busca concentrar recursos, oportunidades y atraer financiamiento externo.

EL MUNDO HOY Y UN HORIZONTE POSIBLE

La institución universitaria, junto con el deber de sobreponerse a su captura por las lógicas mercantiles y empresariales, tiene grandes desafíos, producto del mundo que vivimos y las transformaciones y las crisis de la sociedad contemporánea.
 
El nuevo protagonismo del conocimiento en el desarrollo de las sociedades y la automatización de tareas rutinarias, interpelan el lugar de las humanidades y la creatividad como valor principal; lo mismo las profesiones de saberes complejos por sobre competencias entrenables. Así también, los cambios en los procesos de socialización e individuación presagian una revolución en los formatos tradicionales de aprendizaje. Por otro lado, la pandemia, no sólo develó las radicales desigualdades de nuestra sociedad y las evidentes brechas al interior de nuestra institución, sino que también mostró nuevas posibilidades en formas de enseñanza y de aprendizaje producto de la virtualidad. Finalmente, la crisis ambiental y social que arrastra la sociedad y el sistema educacional (en nuestro país y en el mundo entero) ha incidido de manera muy relevante en las nuevas generaciones de estudiantes, que “sienten” y “viven” esta nueva realidad y el de un futuro particularmente incierto. Esto último ayuda a entender expresiones de malestar, desinterés y baja asistencia. Construir una universidad atenta a su tiempo y a sus problemáticas nos parece la mejor vía de reconectar a los y las estudiantes con el sentido profundo y necesario que tiene una comunidad de producción de conocimientos.
 
Proponemos una Universidad de Chile pública que aborde resueltamente estos desafíos desde nuestras culturas, lenguas e historia conjunta, con vocación integradora del sistema de educación estatal y de protagonismo en las redes académicas de educación superior internacionales, valorando especialmente su vínculo con el contexto latinoamericano. Una Universidad que fortalezca su espíritu académico e intelectual, que incorpore y apoye a su comunidad, especialmente a sus jóvenes académicas y académicos, futuro de la institución. Una Universidad que supere el rol formador profesionalizante orientado al indicador, para volver a la formación integral de ciudadanas y ciudadanos comprometidos con las personas, con el país, con sus comunidades, sus territorios y con el medioambiente.

Es posible sobreponerse a la desesperanza aprendida. Los nuevos vientos en el país abren un escenario excepcional que hace realizable estos y otros sueños. Queremos invitarles a desarrollar instancias de participación para entre todas y todos generar un programa para nuestra universidad que pueda encarnar los desafíos que suponen las ideas planteadas.
 
La universidad con la que cada una de nosotras y nosotros soñamos, es posible.


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