El paseo a casa desde la escuela ha sido particularmente tranquilo. Miras a tu hija más a menudo de lo habitual y todo lo que ves es una pequeña persona que se enfrenta a su mente. Tratas de darla conversación, pero el silencio te saluda. Piensas en qué podrías haber olvidado, pero tu cerebro también está en silencio. Aprietas su pequeña mano para ver si el contacto físico la hace reaccionar, pero no hay respuesta. El silencio es agotador.