Lee atentamente el siguiente cuento. " La maldición de los Mentirukis"
Los Mentirukis no siempre se llamaron así. No es que se pasaran la vida contando mentiras, sólo las utilizaban de vez en cuando para engañar a los viajeros y quedarse con sus joyas, pues sin saberlo, tramaron un engaño contra un gran mago. Y éste, al descubrirlo, lanzó una maldición sobre el pueblo: ni un sólo día podían acostarse sin haber dicho una mentira. No parecía una maldición tan terrible, teniendo en cuenta que sólo se trataba de una mentira al día, pero sus efectos resultaron desastrosos. Y el ambiente en el pueblo era insoportable. Finalmente, se acostumbraron a todo aquello, y los mentirukis, se ganaron la peor fama del mundo. Panta fue el primer mentiruki que trató de liberarse de la maldición. Le parecía increíble que una sola mentira al día pudiera provocar aquel caos. Consultó los grandes libros de la magia, habló con guardianes de la luz y suplicó ayuda a las brujas negras, pero todo era inútil: sólo el mago que inició la maldición tenía poder para terminarla. Panta no se rindió. Y entonces, se le ocurrió un experimento: ¿Qué pasaría si sólo decía mentiras? Cuando probó su idea, algunos pensaron que se había vuelto loco, pero no tardaron en comprender qué era lo que pretendía, y en unos pocos días, Panta se convirtió en el primer mentiruki en quien se podía confiar. Y aquello resultó ser un alivio para el resto de los mentirukis. Todos confiaban a Panta sus negocios y temas importantes, y antes de darse cuenta, Panta el Sincero se había convertido en el más famoso y querido de los mentirukis. Viendo las ventajas que tenía la vida desde el lado honrado, y hartos de su mentira de cada día, los mentirukis comenzaron a seguir el ejemplo de Panta, y se pasaron al grupo de los que hablaban al revés, y todo lo que decían era mentira. Así siguieron viviendo los mentirukis durante muchos años, hasta que aquella historia se transformó en leyenda y luego se olvidó. Y el único recuerdo que quedó de la maldición fue un extraño idioma que parecía hablarse al revés, y un cuidado muy especial por no decir ni una sola mentira, pues nadie mejor que los mentirukis sabe que hasta las más pequeñas mentiras tienen poder para estropearlo todo.