CARTA ABIERTA A REM KOOLHAAS Y MUESO GUGGENHEIM
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CONTACTO: elcolonialismoescurado@gmail.com
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PARA DIFUSIÓN PÚBLICA en el 17 de enero, 2022

Rem Koolhaas
AMO/OMA
Weena-Zuid 158
3012 NC
Rotterdam, Holanda

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ANT.: LO ESCRITO EN EL MURO  
Un llamado a terminar con la apropiación cultural, el fingimiento racial y la falsa autodenominación como indígena en la muestra del Museo Guggenheim titulada COUNTRYSIDE, THE FUTURE (EL CAMPO, EL FUTURO)

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A: Rem Koolhaas y el Museo Guggenheim de Nueva York.

Exigimos que tanto usted como el equipo curatorial de la muestra denominada COUNTRYSIDE, THE FUTURE [EL CAMPO, EL FUTURO] presenten disculpas públicas por las ignorantes y racistas afirmaciones de falsa pertenencia a los pueblos originarios exhibidas en los muros del Museo Solomon R. Guggenheim, entre los días 20 de febrero de 2020 y 15 de febrero de 2021.

Seguidamente, exigimos que usted cese inmediatamente la promoción de la libre apropiación de conocimientos ancestrales por parte de arquitectos, artistas y diseñadores sin linaje indígena, ya que aquello arrebata sistemáticamente los derechos humanos y soberanías culturales de los pueblos originarios. La insidiosa práctica de apropiación cultural es un virus sin control recorriendo los espacios del arte y la arquitectura occidental; espacios ampliamente fomentados por instituciones no-indígenas. Esto no es solo una demanda ética y política, sino también legal: según lo establecido por la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007—originalmente firmada por Holanda y luego avalada por los Estados Unidos de América—que, entendiendo, reconociendo y sosteniendo la soberanía de los pueblos originarios, dichas prácticas son inaceptables. Estas formas de despojo no pueden seguir desenfrenadas; sino que deben ser sistemáticamente contabilizadas y desmanteladas.

Diseminada a lo largo de la exhibición y la publicación que le acompaña, existen múltiples estrategias de despojo basadas en extractivismo, exclusión y fingimiento racial. Estas muestras no son solo producto de la apropiación cultural de conocimientos ancestrales indígenas, sino que su contenido está basado en la eliminación sistemática y erradicación de los pueblos originarios, al alero del mito de la supremacía blanca, el que asume que toda persona en el mundo, en algún momento pasado, fue indígena. Esto es precisamente una elaboración colonizadora.

LA APROPIACIÓN CULTURAL
ES DESPOJO DE CONOCIMIENTOS.
 
En ninguna otra parte de la exhibición estas estrategias se expresan con mayor claridad, que en su propia plataforma de autodenominación como indígena. El lenguaje en la sección PRESERVATION [PRESERVACIÓN], es especialmente inquietante:

“El segundo [modelo] propone una repartición/mixtura más intensa de todos nuestros territorios, de manera que nosotros, los modernos, podamos convertirnos en ‘indígenas’ nuevamente. (De hecho, la cuarta parte de la superficie de la Tierra es aún manejada por pueblos originarios.)”

[ Foto © John Hill con permiso https://flic.kr/p/2iyscDu ]

El que usted seguidamente reproduzca estas afirmaciones supremacistas, junto a imágenes romantizando las sangrientas expediciones botánicas de Alexander von Humboldt, es capcioso y vulgar. Las cartografías coloniales del naturalista prusiano en la exhibición no solo blanquean las contribuciones científicas de Humboldt, sino que también reproducen sin reproche el mito histórico de la superioridad de la ciencia imperialista europea a través de las artes; todo aquello a costa de los conocimientos indígenas. Humboldt arrasó con territorio quechua (y muchos otros más), robó vidas enteras dedicadas al conocimiento sagrado de curanderos y herboristas andinos sin ningún tipo de consentimiento, como también mapeó y vendió internacionalmente estos recursos ancestrales; todo bajo beneplácito europeo. Financiado por descendientes de la misma monarquía española que avaló las campañas genocidas de Cristóbal Colón, las expediciones de Humboldt en Los Andes son un verdadero saqueo. Lo que ocurrió en estos lugares es muy distinto a lo reportado en papel. El mapa nunca fue el territorio.

Dos siglos después, sigue repitiéndose el mismo patrón. La reverencia anglo-europea hacia Humboldt simultáneamente proviene de, y opaca, un verdadero rosario de conocimiento contrabandeado desde las Américas y luego reenvasado para los franceses, ingleses, holandeses, alemanes, y eventualmente, los estadounidenses. Tal como la exhibición Countryside, los diseños de Humboldt son una hoja de ruta para perpetuar el proyecto colonial extractivista y el saqueo de tierras indígenas en todo el mundo; la misma macroestructura colonial que sirvió originalmente a las primeras plantaciones esclavistas en las colonias europeas. Su exhibición constituye un eslabón más de la cadena, al recapitular la omisión de la apropiación masiva de conocimiento indígena por parte de Humboldt; algo que no fue obsequiado ni concedido, sino extraído y explotado una y otra vez. Arrebatados sin consentimiento, reconocimiento ni regalías, los mapas de Humboldt y el conocimiento mediante el cual fueron trazados son verdaderos collages presentados sobre los muros circulares del Museo Guggenheim; un carrusel de mineral intelectual extraído.

LA ELIMINACIÓN INDÍGENA
ES DESPOJO DE IDENTIDAD Y HUMANIDAD.

La incapacidad de reconocer la violencia y agresión representada y ejecutada por sus actos de apropiación cultural y locuaces autodefiniciones como indígena, es especialmente irritante, ya que perpetúa la misma eliminación y extractivisimo constituidos en la exhibición. La nota de Carolyn Kormann en The New Yorker en 2020 (Rem Koolhaas’ Journey to the Countryside [El viaje de Rem Koolhaas al campo]) amplifica dichas declaraciones:

“La separación [entre áreas de preservación y desarrollo] no sería necesariamente entre naturaleza pura y la impureza del resto,” dice Koolhaas, sino que requiere el compartir y mezclar los territorios, y que “la gente se comporte tal como los pueblos originarios que fueron capaces de habitar espacios sin destruirlos.”

Tanto en la exhibición del Guggenheim como en el artículo del The New Yorker, usted redobla su apuesta por glorificar a Humboldt en su rediseño de la vida y tierras indígenas como un ‘cosmos’ colonial:

“Este [mapa geológico, botánico e hidrológico de Humboldt], para mí, representa tal vez la forma más inspiradora de coleccionar los elementos de la naturaleza, analizar la naturaleza y amar la naturaleza … esto es emblemático.” En 1810, “von Humboldt aún podía ‘descubrir’ naturaleza prístina; incluso estando habitada, los pueblos originarios vivían sus vidas dependiendo de la naturaleza sin destruirla.”

Y finalmente, en el mismo artículo, usted insiste en la explotación de métodos indígenas mediante una astuta reiteración de llamados a considerarse perteneciente a los pueblos originarios, a la vez que desecha lo indígena con el mismo aliento, inescrupulosamente reproduciendo su eliminación, de adentro hacia afuera:

“Pero imponer un mejor comportamiento en todo el mundo es igualmente difícil. Como si nosotros los modernos pudiésemos ser indígenas nuevamente.”

Esta práctica de autodenominarse indígena data de hace varios siglos desde el contacto colonial, donde los colonizadores y nuevos pobladores asumen identidades indígenas como un método para coartar sus enemigos, denominado por el historiador Phillip J. Deloria como “jugando a ser indio.” Esto es precisamente lo que usted hace sin ningún tipo de conexión política, lazos comunitarios, relación ni parentesco; como si la identidad fuese un avatar intercambiable, como si una ciudadanía pudiera ser simplemente reclamada o como si las nacionalidades fuesen de libre disposición. La falsa autodenominación como indígena es la punta de lanza de las presunciones europeas y norteamericanas respecto del salvataje occidental blanco y su hiper masculinidad constitutiva. Esta es incapaz de reconocer—ni mucho menos honrar—a los pueblos originarios como naciones vivas, presentes y políticamente organizadas; considerando que ellos representan el 5% de la población mundial. Cinco millones de personas indígenas forman parte de las más de 500 nacionales tribales existentes a lo largo de lo que hoy se conoce como los Estados Unidos, con jurisdicción sobre un remanente inferior al 2% de las más de 2.260 millones de hectáreas que les fueron robadas. En esencia, la eliminación de los pueblos originarios en vuestra exhibición de un año, revela los siglos de trato racista hacia las identidades territoriales, extraídas tanto de las áreas rurales como de la conciencia de los colonos que las poblaron ¿No es precisamente el concepto euro-norteamericano de naturaleza y su tráfico de nacionalismo blanco lo que continúa destruyendo los mundos indígenas?

EL FINGIMIENTO RACIAL
ES DESPOJO DE SOBERANÍA.

Es más, su uso casual y descuidado de los términos universalistas tales como ‘nosotros’ y ‘nuestros’ (incluso el uso de comillas ‘ ’ como coartada ortográfica, una movida colonizadora hacia la inocencia) sigue la antigua mission civilisatrice de la arquitectura: delimitación, asimilación y adoctrinamiento por un lado; encarcelamiento, empobrecimiento y erradicación por el otro. El uso hegemónico de un homogéneo ‘nosotros,’ es no solo arrogante y presuntuoso, sino que asume erradamente un consenso generalizado para satisfacer una gran visión unificadora. Como forzando la reproducción de una opinión mayoritaria, el ‘nosotros’ establece una posición de superioridad cultural e intelectual por parte del curador, el museo, el editor y las instituciones universitarias involucradas en la producción del contenido de la exhibición y el libro. Entonces ¿Mediante qué procesos de consulta comunitaria, involucramiento territorial o diálogo intercultural usted osa asumir esta posición colectiva? ¿No se detuvo usted ni una sola vez a considerar que su posicionamiento como autodenominado antropólogo nunca fue ni neutral ni objetiva? O peor aún ¿Se sintió usted eximido de dichas obligaciones? ¿O a usted simplemente no le importa?

Su propio desentendimiento respecto de comunidades de personas negras, indígenas o de color es fiel reflejo de sus intenciones y prejuicios. En vez de involucrarse en procesos de consentimiento y consulta—la manera primordial de establecer relaciones con los pueblos originarios ya sea local, regional o internacionalmente—la exhibición no solo excluye la participación indígena, sino que suprime por completo dos piezas de política pública que son clave en materia de derechos humanos: la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007 y la publicación en 2016 del manual de Consentimiento libre, previo e informado (CLPI) “como un requisito previo para cualquier actividad que afecte sus tierras ancestrales, sus territorios y sus recursos naturales” y para “garantizar el derecho de todas las personas a la autodeterminación” reconociendo la soberanía de las tierras y tradiciones indígenas.

De igual forma, la exhibición no solo posiciona las voces euro-norteamericanas en la cúspide de un discurso cultural asumido, sino que en la base de esta montaña intelectual suya, afianza visiones eurocéntricas, margina perspectivas alternativas y ahoga las voces disidentes que buscan arrancar de raíz la distribución inequitativa de riqueza y las condiciones injustas de trabajo que subyacen la explotación territorial. Mientras  la mascarada de la exhibición Countryside sirve como una gigantesca carta de amor dirigida a la creciente cábala de mezquinos tiranos de las industrias tecnológica, inmobiliaria, financiera y gubernamental para construir la próxima Giga-factory, datacenter o mega-cárcel, sin duda, la militarización del conocimiento para sus propios fines no es nada menos que codicia, manipulación y explotación a gran escala. Piel clara, muros albos, mentiras blancas.

Seamos claros: la falsa autodenominación como indígena es un ataque directo a las vidas, soberanías, libertades y derechos a la autodeterminación de los pueblos indígenas. Reivindicaciones colonialistas a la autodefinición como indígena—mediante la extracción de las culturas y conocimientos de los pueblos originarios—es nada menos que un fingimiento racial en el siglo XXI: reclamar y asumir identidades indígenas mediante propensiones primitivistas sin relación histórica ni pertenencia vigente alguna a los pueblos y naciones originarias. Quienes aparentan razas que no son propias, explica la antropóloga Circe Sturm, son individuos que han cambiado su identificación racial … una forma de apropiación, una expresión de deseo (por parte de personas no-indígenas) de ser algo que no son. Cuando el fingimiento racial es realizado para fines de beneficio simbólico, político o material, esto no solo impide confrontar y desafiar las construcciones tóxicas del occidentalismo blanco, sino que además se comete un verdadero fraude étnico.

El fraude de autodenominarse indígena y el fingimiento racial son prácticas predatorias enraizadas en un virulento, pero a la vez frágil, occidentalismo blanco. Sus afirmaciones no solo van en contra de los protocolos establecidos para adjudicarse una nacionalidad, sino que además ignoran los profundos lazos familiares existentes. No sorprende que estas son las mismas relaciones que usted intenta expropiar, higienizar y revender en virtud de sus visiones de ‘cambio.’ No hay manera en que usted pueda tomar distancia retórica de las palabras que están en el muro, ni endosar culpabilidades, ni tampoco esconderse tras el velo de la investigación para así excusarse de dichas transgresiones. Incluso si a usted no le importa, nosotros estamos aquí para que usted (y el incontable número de arquitectos que lo imitan) se dé por informado y se haga responsable.

Esta doble estrategia de despojo—mediante la supresión de los derechos indígenas y el fingimiento racial—es aún más desconcertante considerando la afiliación e identidad del ex curador de arquitectura e iniciativas digitales del Guggenheim, Troy Conrad Therrien. Este explica, en su introducción al catálogo de la exhibición, cómo lo invitó a usted al Guggenheim para concebir e involucrarse en una alianza curatorial; mientras se perfilaban los primeros conceptos de la exhibición durante 2015.

¿Qué ocurrió durante esos cinco años? ¿Acaso no fue usted testigo de las incontables manifestaciones en tierras indígenas oponiéndose a los oleoductos y gasoductos propuestos para atravesar tierras campesinas? ¿No notó usted la masiva oposición a los campamentos que estaban siendo construidos por megaempresas mineras? ¿Dónde estaba usted cuando niños refugiados estaban siendo ilegalmente detenidos e inhumanamente enjaulados mientras eran arrebatados de sus padres en bordes internacionales? ¿No estaba usted al tanto de la explotación laboral en cárceles y de trabajadores migrantes en los campos que alimentan a miles de millones de personas? ¿No está usted prestando atención al liderazgo de personas negras, indígenas y de color quienes arriesgan sus vidas en estos frentes de batalla para detener la injusticia racial atrincherada en el mismo colonialismo, capitalismo racial, eurocentrismo y supremacismo blanco que usted representa? ¿Qué tanto más puede ser robado?

Su libro de 1978, Delirious New York, es antigua evidencia de cuan urgente es esta demanda. Relegado a la sección “Prehistory” [Prehistoria], usted simultáneamente denigra e ignora la realidad contemporánea, presencia cultural y soberanía política de los pueblos originarios. (Específicamente las naciones Lenape, Shinnecock y Unkechaug, las que han habitado el área hoy conocida como Nueva York desde tiempos ancestrales, sumado a las tantas personas indígenas que hoy consideran dicha ciudad su hogar.) Ciertamente, usted vocifera una caracterización de los pueblos originarios como modelos de barbarismo norteamericano, no como amonestación, sino para albergar sus propias especulaciones respecto de la reproducción—arquitectónica en este caso—de la tragedia primordial del Nuevo Mundo, la masacre de los indios, como el motor del proceso reiterado de reinvención de la ciudad. Su retórica cínica no ha envejecido bien, hoy añejándose como la profecía y pronunciamiento que siempre fue. Usted también reconoció que dicha narrativa expresa una necesidad de mitificar su pasado y reescribir una historia que sirva para su futuro—y luego, tal como ahora, se designa usted como el miope fundador del urbanismo colonizador. Esto constituye más que una burla o instrumentalización de la gente Lenape, ya que borra—y consecuentemente deshumaniza—las comunidades indígenas urbanas en general. Su artículo de 1977 en Architectural Design titulado “Life in the Metropolis, or the Culture of Congestion” [La vida en la metrópolis, o la cultura de la congestión], luego reproducido en su libro de 1995 S, M, L, XL, naturaliza al colonialismo como una condición de lo metropolitano. Seguidamente, trivializa el trauma intergeneracional y afianza el despojo territorial como una precondición para la materialización del espacio colonizador. Grande y pequeño, el urbanismo colonialista es efectivamente eliminación indígena. Así que no es casualidad que la hegemonía de violencia espacial dentro de espacios coloniales esté completamente ausente del espectro de su trabajo, de la misma manera que la eliminación indígena es omnipresente a lo largo y ancho de la exhibición Countryside en el Guggenheim.

Incluso en concordancia con su propia narrativa autobiográfica, sus motivos solo pueden asumirse—tal como los de Humboldt hace unos doscientos años—extractivos. Y hoy, más de cuatro décadas después de Delirious New York, usted insiste en normalizar una cultura arquitectónica de extractivismo; la que es compartida ampliamente entre arquitectos los cuales, rara vez, son responsabilizados por ello. Su amalgama de ignorancia e impunidad, a manera de carta blanca para la colonización, avala la injusticia.

Dada la inmensa plataforma cultural que el Museo Guggenheim ha construido mediante el más de un millón de visitas que recibe al año y el extenso impacto social que usted genera con sus setenta años de carrera, el momento para terminar con esta práctica de apropiación cultural es aquí y ahora.

CESE Y DESISTA AHORA MISMO.

El adoptar formas ancestrales de conocimiento indígena (y apropiarlas desde su plataforma), bajo el estandarte de la inspiración cultural o la innovación, es reprochable. Ya sea bajo el postulado Vitruviano de la ‘choza primitiva’ o el mito modernista del ‘noble salvaje,’ (o en recientes publicaciones sobre tecnologías indígenas tradicionales y elementales compiladas por una cofradía de académicos y diseñadores blancos), dichas prácticas de extracción intelectual y material, aunque no son nuevas, deben cesar inmediatamente. La apropiación cultural es una explotación tanto de las tradiciones orales indígenas como de su conocimiento encarnado, los que seguidamente son consumidos y explotados como mercancía. Antropología colonialista y ciencia imperialista desvestidas. Caretas indígenas tecnológicas a plena vista.

Avalar la mirada extractivista de investigadores y curadores blancos es similarmente perverso. El soporte financiero e infraestructural del Museo Guggenheim que ha cosechado para (y por medio de) la exhibición, los hace igualmente responsables por amplificar y glorificar esta mirada occidental blanca. Su duplicidad se compromete con y confirma los deseos colonialistas por aparentar razas y se deleita en la antigua fantasía colonizadora de hacerse pasar por indígena, aún existente en la raíz misma de la cultura estadounidense; desde el Boston Tea Party hasta los Boy Scouts de Norteamérica. Ese mismo patrón sistémico no solo excluye, sino que también insiste en extinguir, a los pueblos originarios como parte del proyecto colonizador; predicado mediante un multifacético y vigente proyecto de despojo. La apropiación cultural por parte de una mayoría occidental blanca, mediante el intento racista de—como usted mismo dice, convertirnos en ‘indígenas’ nuevamente—sostiene la hegemonía curatorial del supremacismo blanco. Su exhibición comprueba que el colonialismo no solo es planificado y ejecutado, sino que también seleccionado o ‘curado.’

Así que esta carta no es solo para llamar la atención a estos denigrantes actos de apropiación, sino que también para acabar de una vez con la deshumanizante práctica de la eliminación indígena; la que forma parte de la estrategia colonialista de genocidio cultural y perpetuación del saqueo. En un contexto en que tal cantidad de tierras y culturas han sido robadas y continúan siendo despojadas de los pueblos originarios y naciones tribales—no obstante el extensivo uso de símbolos indígenas como mascotas de la cultura estadounidense—la desproporcionada sobrerrepresentación de hombres y mujeres indígenas bajo prisión, el legado intergeneracional de los internados asimiladores para indígenas y las alarmantes cifras de mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas ¿Qué tanto más puede ser arrebatado y extraído de los pueblos originarios—presentes y pasados?

Las consecuencias de tales acciones, cuando no son fiscalizadas, sientan peligrosos precedentes para los investigadores occidentales más jóvenes y diseñadores inmigrantes; los que son adoctrinados en escuelas de diseño racistas del mal llamado occidente civilizador, donde dichas prácticas circulan rampantes. Por ello le escribimos a usted hoy. Esta práctica no solo perpetúa círculos viciosos de dominación, sino que también avala el supremacismo blanco por medio de recursos financieros y lo aplaude por medio de premios y reconocimientos. El emular, apropiarse, instrumentalizar, o peor aún, extinguir conocimientos indígenas mediante exhibiciones tales como Countryside en el Guggenheim o How Will We Live Together [Cómo viviremos juntos] en la Bienal de Arquitectura de Venecia el año pasado, es incendiario, propagándose como llamas a través de instituciones de diseño, escuelas, exhibiciones y asociaciones profesionales donde los protocolos de consulta y consentimiento son completamente ignorados y pasados por alto. Lo anterior a pesar de los códigos de ética establecidos por instituciones tales como el American Institute of Architects [Instituto Estadounidense de Arquitectos] (AIA) y sus diciplinas afiliadas, representadas por la American Planning Association [Asociación Estadounidense de Planificadores Urbanos] (APA), la American Society of Landscape Architects [Asociación Estadounidense de Arquitectos del Paisaje] (ASLA) y la American Society of Civil Engineers [Asociación Estadounidense de Ingenieros Civiles] (ASCE).

Como curador europeo, no-indígena blanco y arquitecto holandés, cuyo país de origen acarrea un extenso legado de explotación y violencia colonial datando más de cuatro siglos, usted simplemente no puede interrogar el futuro mientras su retórica patriarcal opta reiteradamente por malinterpretar el presente; una era que, para muchas comunidades de personas negras, indígenas y de color, representa un sinfín de injusticias espaciales, opresiones, y en algunos casos, hasta guerras.

Por estos motivos, demandamos que usted tome absoluta responsabilidad y ofrezca disculpas inmediatas—como persona a cargo del equipo curatorial—respecto al cese y desistimiento de la tergiversación de los conocimientos indígenas ancestrales y los abusos hacia su soberanía cultural. No más de esos insustanciales documentos tales como el Diversity, Equity, Access, and Inclusion Action Plan [Plan de acción para la diversidad, equidad, acceso e inclusión] del Museo Guggenheim o cualquier otra promesa vacía frente a los supuestos de decolonizar la institución. Lo que se escribe en el papel es siempre diferente a lo que se ejecuta en terreno o se presenta en los muros. Los propios empleados del Museo hicieron ver incluso algunas de sus propias injusticias en 2020 durante la exhibición Countryside en The New York Times, bajo el título “Curators Urge Guggenheim to Fix Culture That ‘Enables Racism’” [Curadores urgen al Guggenheim arreglar cultura que propicia el racismo]. Como curador, museo y editorial—bajo todos estos roles—usted abarca la plataforma completa, y por ello, debe tomar acción.

PARE DE JODER ¡YA!

Esto es por tanto un llamado generacional a detener el fraude colonialista y cesar con la cultura del saqueo. No puede haber más violencia ni agresiones a partir de la vil apropiación de conocimientos y del fingimiento racial, los que aún circulan rampantes como parte de la cultura del arte y la arquitectura occidental.

El consejo directivo del Museo Guggenheim y la editorial Taschen están remitidos con copia de esta carta, condicionados bajo la posibilidad de que una historia distinta puede ser escrita para el futuro; esto considerando que la muestra eventualmente sea exhibida en el Arc-en-Rêve Centre d’Architecture en Burdeos (Francia) o en cualquier otro lugar. A futuro, si es para verdaderamente repensar su liderazgo ejecutivo y curatorial, el Museo Guggenheim debe solicitar asistencia de, consultar con y recibir autorización expresa de, las comunidades indígenas locales y las organizaciones de derechos de los pueblos originarios; tales como el International Work Group for Indigenous Affairs [Grupo de trabajo de asuntos indígenas], Amazon Watch [Observatorio del Amazonas], el Indian Law Resource Center [Centro de recursos legales indígenas], el Indigenous Environmental Network [Red medioambiental indígena] y Land Rights Now [Derechos territoriales ahora].

Para estos efectos, adjunto remitimos a usted una lista exhaustiva de textos sobre apropiación cultural, explotación, falsa autodenominación como indígena y fingimiento racial, los que explican en mayor detalle los términos y conceptos aquí utilizados; junto con sus historias vigentes, consecuencias e impactos. Léalos, internalícelos, comprométase con ellos y actúe en función de sus contenidos, mientras reflexiona sobre como sus legados son exacerbados por las realidades actuales; incluyendo el duro impacto que la pandemia del Covid-19 ha producido en comunidades indígenas. Como parte de su propio proceso de transformación, usted entenderá que el mejor lugar para comenzar es con uno mismo; honrando las tierras en las que usted se encuentra—Lenapehoking—y mediante el compromiso retroactivo de sus roles y responsabilidades hacia las personas y tratados que dichas tierras representan.

Firmado por:

ANGEL A ANGELE, Universidad de los Andes, Bogotá
Pedro Aparicio Llorente, APLO/Universidad de los Andes, Bogotá
Alexander Arroyo, University of Chicago
Daphne Bakker, Failed Architecture
Rod Barnett (Māori), Aotearoa New Zealand
Liz Barry, Public Lab, New York
Pierre Bélanger, Boston
Hernán Bianchi Benguria, University of Toronto
Tiffany Kaewen Dang, University of Cambridge
Vineet Diwadkar, Chulalongkorn University, Bangkok
Erin Genia (Sisseton-Wahpeton), Boston
Ghazal Jafari, University of Virginia
Namik Mačkić, Counterfactual, Oslo
Marc Miller, Penn State University
Mahtowin Munro (Lakota), United American Indians of New England
Jean-Luc Pierite (Tunica-Biloxi), North American Indian Center of Boston
Manuela Silva, Universidad de los Andes, Bogotá
Samantha Solano, UMass Amherst
Zoe S. Todd (Métis/otipemisiw), Carleton University


Avalado y Respaldado por:

David Fortin (Métis), Laurentian University
Jenni Matchett, R.I.V.E.R.
Charlotte Leib, settler occupying unceded Quinnipiac lands, Yale University (former student researcher for the COUNTRYSIDE exhibition)
Heidi Brandow, Elsa Hoover, Zoë Toledo, Harvard Indigenous Design Collective
Kelly Shannon, KU Leuven, Belgium
Navdeep Mathur, Indian Institute of Management, Ahmedabad
Tanishka Kachru, National Institute of Design, Ahmedabad
Matt Grosser, Seattle WA
Kai Gutschow, Carnegie Mellon University
Sarah Kanouse, settler occupying Massachusett land, Northeastern University, Boston
Khalda Imad Mubarak Eljack, ICoU, KU Leuven
Mariaelena Huambachano (Quechua/Peru), Syracuse University
Magdalena Miłosz, McGill University
Sben Korsh, University of Michigan, Ann Arbor
Settler Colonial City Project
Roxana Escobar Ñañez, University of Toronto
Marianne F. Potvin, Cambridge
Mariana Llano Valencia, University of Cambridge
Nicholas Brown, Boston

[ para agregar su nombre, vea el formulario más abajo. La lista es actualizada diariamente ]




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CC: The Board of Trustees of the Solomon R. Guggenheim Museum, Taschen Publishers
ADJ: Una Guía Sobre la Apropiación Cultural, Despojo, Aparentar Razas y Auto-definición como Indígena bajo el Contexto Colonialista


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UNA GUÍA
SOBRE LA APROPIACIÓN CULTURAL, DESPOJO, APARENTAR RAZAS Y AUTO-DEFINICIÓN COMO INDÍGENA BAJO EL CONTEXTO COLONIALISTA.

Rod Barnett, “Designing Indian Country: Suppose Native America is not over, that there is no “after colonialism.” How do we create public spaces that enable true contact between cultures?,” 2016
Nicholas Blomley, “Law, Property, and the Geography of Violence: The Frontier, the Survey, and the Grid,” 2003
Natchee Blu Barnd, Native Space: Geographic Strategies to Unsettle Settler Colonialism, 2017
Nicholas Brown, Sarah E. Kanouse, Re-Collecting Black Hawk Landscape, Memory, and Power in the American Midwest, 2015
Desmond Cole, The Skin We're In: A Year of Black Resistance and Power, 2020
Glen S. Coulthard, Red Skin, White Masks: Rejecting the Colonial Politics of Recognition, 2014
Dark Matter University, Lessons in Anti-Racist Design Pedagogy, 2020
Marcia Ellen DeGeer, Biopiracy: The Appropriation of Indigenous Peoples Cultural Knowledge, 2002
Design as Protest Collective, You Are Antiracist, 2020
Phil J. Deloria, Playing Indian, 1998
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Aaron Glass and Jolene Rickard, “Met Roundtables: Boundaries in Native America,” 2019
Red Haircrow, “‘Native Hobbyism’ is Modern-Day Colonialism”,
Laura Harjo, Spiral to the Stars: Mvskoke Tools of Futurity, 2019
Phineas Harper, “Architects are Experts on Cultural Appropriation,” 2018
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Cole Harris, “How Did Colonial Dispossess?  Comments from an Edge of Empire,” 2004
Adrienne Keene, “Native Appropriations,” All My Relations Podcast, 2019
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Darryl Leroux, Distorted Descent: White Claims to Indigenous Identity, 2019
Darryl Leroux, “'We've been here for 2,000 years': White settlers, Native American DNA and the phenomenon of indigenization,” 2018
Darryl Leroux, “How 'race-shifting' explains the surge in the number of Métis in Eastern Canada,” 2017
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Nick Martin “There’s Nothing More American than Native American Mascots,” 2020
Tiya Miles, “Dispossession,” The 1619 Project by Nikole Hannah-Jones, 2020
Dylan T. Miner, “Makataimeshekiakiak, Settler Colonialism and the Specter of Indigenous Liberation,” 2015
Deborah A. Miranda, “Teaching on Stolen Ground,” 2007
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Stephen Pearson, "The Last Bastion of Colonialism: Appalachian Settler Colonialism and Self-Indigenization,” 2013
Caroline Picard, “The Future is Elastic (But it Depends): An Interview with Zoe Todd,” 2016
Grace Redpath, “Is Mainstream Sustainability Appropriating Indigenous Knowledge?”, 2021
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Mark Rifkin, Settler Common Sense, 2013
Michael Slenske, “How Can the Design Industry Avoid Appropriation,” 2018
Audra Simpson, “Ethnographic Refusal: Anthropological Need,” Mohawk Interruptus: Political Life Across the Borders of Settler States, 2014
Audra Simpson, “From White into Red: Captivity Narratives as Alchemies of Race and Citizenship,” 2008.
Mark David Spence, Dispossessing the Wilderness: Indian Removal and the Making of the National Parks, 1999
Heidi Kiiwetinepinesiik Stark, “Respect, Responsibility, and Renewal: The Foundations of Anishinaabe Treaty Making with the United States and Canada,” 2010
Gina Starblanket & Heidi Kiiwetinepinesiik Stark, “Towards a Relational Paradigm—Four Points for consideration: Knowledge, Power, Gender, Land, Modernity,” Resurgence & Reconciliation, 2018
Circe Sturm, Becoming Indian: The Struggle over Cherokee Identity in the Twenty-first Century, 2011
Drew Hayden Taylor, Searching for Winnetou, CBC Hot Docs, 2017
Zoe Todd, “Indigenizing the Anthropocene,” 2015
Owen Toews, Sowing Apartheid: The Export-Agricultural Vision,” in Stolen City: Racial Capitalism and the Making of Winnipeg, 2018
Julie Tomiak, “Contested Entitlement,” Settler City Limits, 2019
Eve Tuck, “Suspending Damage: A Letter to Communities,” 2009
United Nations, United Nations Declaration on the Rights of Indigenous Peoples: Resolution adopted by the General Assembly, 2007
Sócrates Vasquez and Avexnim Cojtí, “Cultural Appropriation: Another Form of Extractivism of Indigenous Communities,” 2020
Patrick Wolfe, Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology: The Politics and Poetics of an Ethnographic Event, 1999
Yellowhead Institute, Cash Back: A Yellowhead Institute Red Paper, 2021

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