Había una vez un niño que se portaba tan mal, que el hada del reino se le apareció para castigarle. Lo hechizó y lo convirtió en un monstruo, de manera que sólo podría dejar de serlo si asustaba terriblemente a alguien. Al principio pensó que sería fácil, pero pronto se dio cuenta de que los niños de su entorno eran muy difíciles de asustar.Pasó mucho tiempo y se fue desanimando, así que decidió buscar una presa fácil: un chico con fama de buenazo. Para no fallar, lo estudió durante algún tiempo, siguiéndole allá donde iba, y viendo de paso todas las buenas obras que hacía: daba limosna, jugaba con los niños del hospital, ayudaba a los ancianos... Finalmente, un día decidió darle el mejor susto del mundo, aquel que podría librarle para siempre y dejar tieso al niño bueno. Pero cuando fue a asustarle, vinieron a su mente las imágenes de aquellos a quienes el niño bueno ayudaba, y decidió perdonarle, porque comprendió que la labor de aquel muchacho no tenía precio él sería culpable de todo lo malo que les pasara a todos los que ayudaba. Justo en ese instante se apareció el hada, que premió su actitud devolviéndose su aspecto.