Introducción
Esdras y Nehemías originalmente estaban constituidos como un solo libro, pero en el siglo XV se separaron. Narran el retorno de los judíos del cautiverio en Babilonia, la reconstrucción del Templo y las murallas de Jerusalén; además nos dejan ver qué sentimientos estaban experimentando los judíos en este regreso (Sal.126).
Setenta años después de la caída de Judá a manos de los caldeos (2Cr.36:21), Ciro rey de Persia que había conquistado Babilonia, dio libertad a los judíos para que regresaran a su tierra. Esta oportunidad los llevó a querer vivir para Dios y adorarle, su primer impulso fue reconstruir el Templo, que significaba un nuevo comienzo, ya que iban a reunirse con Dios para brindarle su servicio y tener comunión con El y al poner los cimientos lloraban y gritaban de júbilo (3:13).
El libro de Esdras. Narra hechos en los cuales el pueblo de Dios tuvo que tomar una decisión determinante para poder seguir a Dios, pues primero se enfrentaron a la hostilidad de sus vecinos, que se oponían a la reconstrucción del Templo (retardándolo por 20 años); sin embargo, Dios habló a los israelitas por medio de los profetas Hageo y Zacarías para proseguir con la obra, y Dios respaldó a su pueblo y su casa fue terminada.
Ahora la lucha de los israelitas ya no era con otros pueblos, sino contra el pecado, pues habían comenzado a mezclarse y esto comprometía su fe, pero Esdras intercedió por el pueblo, el cual se arrepintió e hicieron pacto con Dios para obedecer su Ley.
El libro de Nehemías. Narra la llegada de Nehemías como gobernador de Judá, quien fue enviado por Artajerjes después de 13 años de la llegada de Esdras (Neh.2:1-20), para reedificar los muros y que los israelitas no perdieran su identidad, pues aunque se encontraba en el Imperio persa, su corazón estaba en Jerusalén. Las murallas les darían la posibilidad de no mezclarse con gente pagana, protegerse de los enemigos y mantenerse íntegros delante de Dios.
El lector podrá encontrar en estos libros a dos personajes (Esdras y Nehemías) con un corazón con gran celo por las cosas de Dios y muy comprometidos con su obra. Siervos como estos son los que Jehová necesita.