Los abajo firmantes
queremos manifestar nuestro irrestricto apoyo al proyecto de declaración que será presentado en el actual período
de sesiones de las Naciones Unidas que exige poner fin al
bloqueo impuesto por los Estados Unidos al heroico pueblo de Cuba. Damos por
sentado que al igual que en las veintiocho ocasiones anteriores también en esta
oportunidad la Asamblea General de la ONU aprobará esta moción de forma
prácticamente unánime dado que el bloqueo, que la prensa canalla procura
ocultar utilizando la palabra “embargo”, constituye una política criminal,
terrorista y genocida que no puede ser avalada por la comunidad internacional.
Es criminal pues
atenta contra la vida del pueblo cubano y no sólo, como dice Washington, de sus
autoridades. Su aplicación ocasiona gravísimos daños por la imposibilidad de
obtener medicamentos, insumos farmacológicos o repuestos de maquinarias e instrumentos médicos en el
exterior que, en condiciones normales, cualquier otro país del mundo puede disponer para salvar la vida de niños,
mujeres, ancianos o personas
afectadas por diversas enfermedades. Pese a esta cruel agresión, según cifras
oficiales de ambos gobiernos la esperanza de vida de la población de Cuba en
2021 es de 79 años contra 76.1 de Estados Unidos. Esto demuestra la superioridad
práctica de la medicina socializada sobre la medicina mercantilizada de Estados
Unidos, país no afectado por bloqueo alguno. Y explica también la razón por la
cual el imperio procura erradicar de la faz de la tierra al “mal ejemplo”
cubano apelando a todos los recursos imaginables, aún a los más violentos e
inhumanos.
Es terrorista, porque
Estados Unidos como imperio ha hecho de la muerte y exterminio el signo
distintivo de su política exterior. Una política fatídicamente inaugurada con
el bombardeo atómico de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en 1945 y que
convirtió al gobierno de aquel país en la mayor organización terrorista del
mundo. Ningún otro en la historia perpetró un crimen de semejante envergadura,
tal es la mentada “excepcionalidad” norteamericana. Hoy esa voluntad de dominio
y sometimiento de pueblos enteros sigue su curso, si bien bajo ropajes
distintos. No otro es el sentido bloqueo practicado contra diversos países o
las “sanciones” aplicadas a las más variadas naciones. En el caso de Cuba estas
penalidades se acentuaron bajo las presidencias de Donald Trump, pese al
impacto de la pandemia, y continuaron con la de su sucesor Joe Biden. La
imposición de sanciones extraterritoriales a empresas que desean realizar intercambios comerciales con la isla erige un significativo obstáculo para
la economía cubana. El bloqueo impide que los
bancos internacionales puedan gestionar pagos originados en
el comercio exterior y sanciona a empresas navieras de todo el mundo que puedan llevar
o traer cargas
procedentes de -o destinada a - puertos cubanos. Añádase a lo anterior toda
suerte de operaciones militares y de inteligencia, abiertas o encubiertas,
destinadas a preservar, apelando a la violencia y la manipulación informativa,
la declinante supremacía norteamericana. En el caso de Cuba, a los ingentes
daños ocasionados por el bloqueo se suman los ocasionados por el respaldo otorgado
a grupos violentos -residentes en territorio cubano o que operan desde el exterior- a los
efectos de lograr el anhelado “cambio de régimen” en la isla, lo que se ha
traducido en el aliento a la producción de numerosos disturbios y atentados
terroristas que causaron pérdida de vidas inocentes, incluso a visitantes extranjeros.
Por eso, por nuestro
respeto a la autodeterminación nacional de Cuba, por su derecho a existir sin
ser acosada durante más de sesenta años por Estados Unidos es que nos sumamos a
la voluntad de la inmensa mayoría de las naciones que condenan al bloqueo y
exigen el inmediato levantamiento de una práctica violatoria de la paz y la
legalidad internacional y los valores humanistas proclamados en la Carta de las
Naciones Unidas.
27 de octubre de 2022