Tengo una forma de hablar y comunicarme que, a veces, es percibida por mis interlocutores como un tanto agresiva.

A veces me acabo callando cosas importantes por miedo al qué dirán.

A veces me acabo callando cosas importantes para evitar conflictos.

Me preocupa entender las necesidades de la otra parte y encontrar soluciones que, de verdad, también den respuesta sus necesidades.

Se me da bastante bien convencer a los demás ayudándoles a comprender el razonamiento que respalda mis opinión.

Cuando no consigo lo que pienso que es justo, puedo dar la impresión de estar adoptando una posición agresiva con la otra persona.

Cuando tengo opiniones enfrentadas con alguien, tiendo más a interrumpir y a insistir en mi opinión que a buscar un terreno común.

Cuando las cosas no van bien durante una conversación y se produce acaloramiento, tengo inclinación a pensar que la otra persona es más culpable que yo de la situación.

En nuestro equipo hablamos abiertamente de los problemas que tenemos entre nosotros.

En mi empresa se respira un ambiente de personas motivadas.