Por fin llegó el día. Habíamos quedado para vernos todos y contarnos cómo habíamos vivido la experiencia de no salir de casa. Todo comenzó hace unos meses, cuando la gente se tuvo que encerrar en cuarentena por culpa de un virus muy contagioso, que recorría el mundo entero. Pero habíamos ganado, el virus había sido derrotado.

Era un día perfecto, soleado y con una ligera brisa fresca. Nos sentamos en los bancos de la plaza y comenzamos a hablar de patatas que crecían como por arte de magia, de bizcochos o de cuál fue nuestra manualidad favorita de las que nos mandaron hacer los profes. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que no estamos todos ¡Faltaba Carla! A todos nos extrañó, porque si algo se podía destacar de Carla, era lo puntual que siempre había sido.

- Vamos a ver si está aún en su casa - Propuso alguien.

Rápidamente nos pusimos en marcha en dirección a casa de Carla. Tras unos minutos y giros a la derecha e izquierda, por fin la vimos. Su casa era la más alta y antigua del barrio. Era conocida por todos porque la construyó hace más de cien años un antepasado al que le encantaban los enigmas y acertijos, el Conde Charada.

- ¡Mirad, ahí está, en la ventana!

Desde la ventana más alta, Carla asomaba la cabeza y una mano.

- ¡Ayudadme! - dijo - ¡No sé cómo ha pasado pero me he quedado encerrada! Para poder salir y entrar en la casa hace falta una lista de códigos ¡Y SE LOS HA COMIDO MI GATO! Si pensáis entre todos seguro que resolvéis los acertijos del Conde Charada y conseguiréis abrir todas las puertas hasta mi habitación.

Nos miramos los unos a otros y tomamos aire mientras nos acercábamos a la entrada convencidos que podríamos ayudarla. Llamamos a la puerta y esta se abrió sola, dando paso a un pasillo y unas escaleras. En cuanto entramos la puerta se cerró de golpe. Uno de nosotros intentó volver a abrirla pero estaba cerrada a cal y canto. Un cartel junto a ella decía:

“Para la puerta desatascar,
unas pruebas debes acertar.
Con tu pericia y tu ingenio,
se resolverá el misterio”.

- Vale, esto es como un juego que hice con mi padre donde íbamos pasando por pruebas para descubrir un tesoro, pero ahora, en vez del tesoro, el premio es salir de la casa con nuestra amiga Carla - Dijo un compañero.

- Es verdad, yo también jugué a uno así ¡Resolveremos todos los enigmas! Subamos la escalera a ver qué nos encontramos.

- ¡Adelante!

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