Texto 2: Odiseo, el héroe griego, se destacaba por su astucia y, gracias a ella, pudo superar muchos de los peligros que se le presentaron en el viaje de regreso a su patria, la isla de Ítaca, después de haber participado en la guerra de Troya. Una de sus primeras aventuras ocurrió en la isla de los cíclopes, gigantes de un solo ojo, que eran pastores y vivían en cuevas. Odiseo y su tripulación descendieron de sus barcos y buscaron refugio en una cueva, sin saber que pertenecía al cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, el dios del mar. Cuando el gigante llegó con su rebaño y cerró la entrada con una enorme roca, Odiseo se adelantó y le rogó que fuera hospitalario, pero este devoró algunos inmediatamente. Odiseo sintió deseos de matarlo, pero se dominó, porque sabía que sólo Polifemo podía mover la roca para salir de la cueva. Por la mañana, el gigante desayunó del mismo modo como había cenado y se fue con sus ovejas, teniendo buen cuidado de cerrar la entrada. Pero el héroe ya tenía un plan para escapar. Con sus hombres, afiló la punta de una estaca y la escondió. Polifemo regresó al anochecer y se comió a otros dos marinos. Odiseo se acercó a él entonces y le ofreció un odre de vino que habían traído del barco. El gigante bebió y, más locuaz, le preguntó al griego cuál era su nombre. -Me llamo Nadie. - ¿Nadie? ¡Qué extraño! –replicó el cíclope-. Pero como has despertado mi simpatía, te devoraré en último lugar… Y no pudo seguir hablando porque, por efecto del vino, se quedó dormido. Los griegos calentaron la estaca en el fuego y se la clavaron en el único ojo. Gritaba Polifemo de dolor, y los otros cíclopes acudieron a ver qué le ocurría. -Nadie me ha dejado ciego –se lamentaba el gigante. -Bien. Si nadie lo ha hecho, entonces ha sido un accidente –concluyeron los otros y se marcharon. Por la mañana, Polifemo corrió la roca de la entrada para dejar salir a su rebaño. Palpaba el lomo de los animales. Pero el astuto Odiseo había hecho que cada uno de sus hombres se atara al vientre de una oveja, y así lograron salir. Subieron a sus naves, y la flota se puso en marcha. Pero Polifemo, al darse cuenta de la burla, le pidió a su padre que castigara a Odiseo. El dios Poseidón concedió a su hijo cuanto le pedía. Y, en efecto, el regreso del héroe griego a su patria se extendió tanto y fue tan penoso que, aún hoy, calificamos de “odisea” todo viaje que resulte difícil y accidentado. Fragmento La Odisea.