Introducción
Lucas, el escritor de este libro, es seguramente el mismo “médico amado” que menciona Pablo en (Col. 4:14 y 2Tim. 4:11 y Flm. 24, y fue también compañero de Pablo en una buena parte de su ministerio.
Para escribir esta versión del Evangelio, Lucas guiado e inspirado por el Espíritu Santo, realizó una investigación para poder “escribir por orden… las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas” como el mismo lo menciona en la introducción (Lc. 1:1-4). Además es interesante notar cómo Dios guía a Lucas a resaltar el ángulo humano de Jesús, sin perder de vista su Divinidad. Hecho que puede constatarse al mirar el relato del nacimiento virginal de Jesús, y su genealogía (Lc. 3:23-38) donde aclara que era “hijo, según se creía de José…”. Esta genealogía a diferencia a la que registra Mateo (Mt 1:1-16), sigue la línea de María, que desciende de David por el lado de Natán y siguiendo no solo hasta Abraham, sino hasta Adán, demostrando así que Jesús aun siendo Dios, se hizo hombre.
En el Evangelio de Lucas, se relatan con detalle muchos de los acontecimientos que no aparecen en las otras tres versiones, especialmente en el que respecta a los sucesos alrededor de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Después de lo cual, deja abierta la puerta para una continuación de la historia, que corresponde al mover del Espíritu Santo en la Iglesia narrado en el libro de los Hechos.
Las palabras finales de Jesús en Lc. 24:46-49, corresponden a la comisión que hace a sus discípulos para continuar su obra en todas las naciones, en el poder del Espíritu Santo. Y que sigue siendo el mismo llamado que Dios hace aun el día de hoy a sus discípulos en todo el mundo.