Beldad, como por despojo,
Van en copla a vos las vidas
Que defiendo con enojo.
Y, ¿quién puede, sino un cojo,
Abogar por las caídas.

Pienso que habéis de venir,
Si vais por ese camino,
A tornar el agua en vino,
Como el danzar en reír.

El aire el huerto orea
Y ofrece mil olores al sentido;
Los árboles menea
Con su manso rüido,
Que del oro y del cetro pone olvido.

En medio del invierno está templada
El agua dulce desta clara fuente,
Y en el verano más que nieve helada.

Aquel recuerdo
Lo tiene ella bordado
En su pañuelo.

Parece que mi destino
Es el de vivir soñando.
A vida que es toda sueño
La muerte no le hará daño.

Cualquier instante de la vida humana
Es nueva ejecución con que me advierte
Cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

En el corazón tenía
La espina de una pasión;
Logré arrancármela un día:
Ya no siento el corazón.

El ancho campo para mí es estrecho,
La noche clara para mí es oscura,
La dulce compañía amarga y dura,
Y duro campo de batalla el lecho.

Bien amar, leal servir,
Gritar y decir mis penas,
Es sembrar en las arenas
O en las ondas escribir.

No hay un mármol que guarde tu memoria;
Seis pies de tierra son u oscura gloria.

Vivir quiero conmigo;
Gozar quiero del bien que debo al cielo,
A solas, sin testigo,
Libre de amor, de celo,
De odio, de esperanzas, de recelo.

Ved de cuán poco valor
Son lass cosas tras que andamos
Y corremos,
Que en este mundo traidor,
Aun primero que muramos
Las perdemos.

Besa el aura que gime blandamente
Las leves ondas que jugando riza;
El sol besa a la nube en occidente
Y de púrpura y oro la matiza;
La llama en derredor del tronco ardiente
Por besar a otra llama se desliza
Y hasta el sauce inclinándose a su peso
Al río que le besa, vuelve un beso.