Entras en la pequeña tienda de tu abuelo con la misma sensación de toda la vida: Todo va bien. Tu abuelo sabe cómo vivir una buena vida. No se queja de la tienda. No tiene grandes ingresos, pero tampoco grandes gastos. Y lo que es más importante, no tiene ninguna necesidad de hacer cola frente al Servicio Público de Empleo para recibir malas noticias: ¿Cuándo vas a terminar los estudios obligatorios? ¿Por qué no muestras interés en romper el ciclo y trabajar en algún lugar durante más de dos meses? Cada vez que entras allí, se te pide que tengas un plan, que te muevas hacia algún lugar, que tomes una decisión. Si les importa tanto, ¿por qué no toman ellos la decisión? Si fuera por ti, te quedarías con la tienda de tu abuelo y seguirías vendiendo a los vecinos. Tus primos han seguido adelante, así que, estás esperando. No has dicho nada nunca sobre este plan pero, vaya, no estás listo para comprometerte, ¿todavía?
