Sobre practicar la ternura:
La ternura se debería manifestar en nuestras vidas como la práctica de la compasión, el ejercicio del amor ágape y que implica necesariamente conectar con un otro, una relación. Por eso la pornografía es incompatible con esa mirada.
En la pornografía no podemos hablar de amor, ni de ternura, ni de sexualidad plena. Es una forma de distorsionar el carácter de Dios.
Es interesante notar que Dios nos crea no solo con esa capacidad de amar emocionalmente, sino con la capacidad de amar físicamente. De amar con nuestro cuerpo, de expresarlo con cada milímetro de él. Una maravilla del diseño divino en el que el encaje genital, perfectamente diseñado, guarda una huella neuroquímica imposible de olvidar. El sexo fue diseñado como un curioso pegamento relacional.
Se aborda la masturbación junto con la pornografía, porque ambas desvirtúan el verdadero propósito de la sexualidad.
La masturbación rompe el carácter relacional de la sexualidad y lo transforma en el acto más egoísta, solitario y limitante.
La pornografía es una magnífica forma de aprender sobre sexualidad. De hecho nos enseña más posturas sexuales y más alternativas de comportamientos ante el sexo.
Algunos conocimientos básicos que necesitamos transmitir a nuestros hijos adolescentes:
La masturbación es una conducta egoísta, justo lo contrario a la ternura, porque:
Distintos autores explican que este fenómeno está siendo impulsado por el motor de tres A que favorece el cibersexo:
El neurotrasmisor que le permiten al individuo aprender a hacer lo que conviene y recharzar/huir de aquello que no le resulte beneficioso o que representa algún riesgo usado en una medida correcta, pero que puede producir enganche si el cerebro toma como apetecible la actividad que la genera es: