Introducción
El libro de Ester constituye un caso muy singular en la Biblia. Una de sus características especiales y que lo convierte en algo fuera de lo común dentro del canon sagrado es que en este libro nunca se menciona la palabra Jehová o Dios, ni se hace referencia a Él, ni a la oración. Sin embargo, sí deja ver claramente a través de su narración, la mano del Todopoderoso obrando; guardando y ayudando a su pueblo escogido.
Los hechos se desarrollan en Susa, capital de Invierno del imperio persa, en tiempos del rey Asuero, a quien se le ha identificado como Jerjes I, que reinó desde el año 486 hasta el 465 A. de C. Se reconoce al judío Mardoqueo como escritor más probable del texto, quien es uno de los principales personajes de la historia.
Por otro lado, el libro de Eclesiastés fue muy probablemente escrito por el rey Salomón, al igual que el Cantar de los Cantares. Eclesiastés significa “el que convoca a una asamblea”, y fue este el nombre griego que se le dio al libro en la versión Septuaginta, pero cuyo nombre original era en hebreo Qohelet, que significa “el predicador”.
Este texto consiste en un análisis de la vida del hombre, llevando continuamente la frase “vanidad de vanidades”, expresando así que todo lo que el hombre hace y vive es vanidad, y concluye que lo único que vale la pena es llevar una vida con el temor de Dios y guardando sus mandamientos (Ecl. 12:13)
Finalmente, el libro del Cantar de los Cantares, o simplemente “Cantares”, como popularmente se le conoce, consiste en un poema que describe el amor y casamiento de Salomón con una joven sulamita. Describe el más puro y bello amor, y es a su vez una analogía de la relación entre Jesús y su iglesia, que es la desposada por la que Él ha de venir.