Un autor expresa que: «Cada familia es un mundo», al decirlo es la aceptación de que, dentro de ese pequeño mundo, sucede la vida misma, y nos define en rasgos, gestos, pensamientos, personalidad, cultura. Y es allí donde nos encontramos vulnerables, desnudos, reconocidos. Donde las preguntas «¿cómo estás?», «¿qué pasó?» son tan esenciales como incómodas. Porque ser, estar y pertenecer a una familia no pueden separarse.