Introducción
Las Epístola a Tito: Tito fue un joven discípulo, compañero del apóstol Pablo, citado en otras Cartas Paulinas (2 Co., Gal., y 2 Ti.) Parece ser que Pablo le dejo a cargo de la Iglesia en la isla griega de Creta.
La Epístola a Filemón: constituye una hermosa epístola en la que el apóstol Pablo aboga por un antiguo siervo de Filemón, y con todo amor habla del perdón y de lo útil que es en el reino de Dios, un pecador redimido.
La Epístola a los Hebreos. Se desconoce a ciencia cierta quién fue su escritor, así como destinatario; aunque se supone que fue escrita a los Hebreos por la gran cantidad de referencias del Antiguo Testamento que contiene, porque quién de todos los que integran la Iglesia en esa época, sino los cristianos judíos, conocían perfectamente la ley.
La Epístola del apóstol Santiago, tiene un marcado carácter judío, a través de ella el Señor exhorta al creyente a llevar una vida comprometida con Él, no solo en el interior, sino que se manifieste en obras y por ellas se externe su fe en Jesucristo.
Las dos Epístolas del apóstol Pedro: La primera fue dirigida a los judíos cristianos dispersos en Asia menor, seguramente alrededor del año 65 ò 67 D.C. La segunda Epístola la escribe probablemente, también a los mismos destinatarios de la primera, el propósito de escribir esta carta es advertir a la Iglesia de las doctrinas de error, colocando a la Verdad como personaje central.
Las tres Epístolas del apóstol Juan: Por su parte Juan otro de los doce discípulos del Señor escribe entre los años 85 y 100 D.C. En la primera, el mensaje se centra en la verdadera comunión con Dios. En la segunda Carta, Juan advierte acerca de la importancia de permanecer en la doctrina de Cristo. La tercera Carta, contiene la exaltación de la hospitalidad y el buen trato a los hermanos y aun a los extraños.
La Epístola del apóstol Judas: Advierte contra las falsas doctrinas, engaños y falsos maestros que encubiertamente pretende infiltrarse en la Iglesia, de manera similar a la Segunda Carta de Pedro. Finalmente, exhorta al discípulo a mantenerse firme en la fe, en la oración y en la santidad.